El veganismo, reunido para la concientización del maltrato animal en los mataderos
- Activados Team
- 24 abr 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 12 jun 2019
DESPIDEN A VACAS, CERDOS Y POLLOS
Los jóvenes buscan sensibilizar y generar un cambio. El grupo de Buenos Aires Animal Save se reunió para hacer una vigilia en la ganadera de Morón.
En Morón, una mezcla de olor a campo y a podrido a la vez invade la calle Hipólito Yrigoyen al 1400. Entre una carnicería, un frigorífico, un crematorio y un cementerio, sobresale un portón verde. Los murales que lo rodean están pintados con vacas libres en el campo y figuras gauchescas montadas en caballos. En la entrada resalta el nombre “Ganadera San Roque” en letras rojas.
El seis de abril, un sábado de otoño, al costado del portón, en la sombra, se reunía un grupo de 14 jóvenes veganos de entre 20 y 25 años. Entre ellos, estaban los voceros de Buenos Aires Animal Save, quienes explicaron la metodología de la vigilia. “El objetivo es poder darles un último gesto de amor a los animales que en su vida jamás lo tuvieron y visibilizarlo en las redes sociales”, expresó Camila Gileno con sus labios pintados de rojo, con una remera violeta que decía “Violencia es comer animales” y su mochila con un pañuelo verde.
Pasadas las 16 comenzaron su camino hacia los corrales de las vacas. Atravesaron todo el cementerio. Un gato negro los acompañó durante el trayecto. El olor aumentaba, era cada vez más ácido. Pasaron por angostos pasillos entre tumbas rotas, hasta llegar a un paredón blanco de ladrillos que separaba el cementerio de los corrales del matadero. Allí colocaron una escalera para lograr ver hacia el otro lado a las vacas apretadas, llenas de moscas, y pisando su propia bosta en los corrales sin comida ni agua. “La primera vez que vine no podía creer lo que estaba viendo, no podía dejar de llorar. No podía entender cómo fui cómplice tanto tiempo de esto”, explicó Leila Gillie, una activista y trabajadora en la comunicación de Buenos Aires Animal Save. Iban subiendo de a dos por vez, se quedaban pensantes, sacaban fotos y filmaban. Sin decir nada. Cuando giraban su cabeza para descender la escalera sus ojos vidriosos miraban hacia abajo, intentando contener lo que les sucedía por dentro.
Luego, fueron hacia el lugar en el que se habían encontrado para esperar a los camiones. Parecía que estos nunca iban a llegar, pero ellos se juntaron en ronda a charlar sentados en la vereda para hacer tiempo. Como el hambre ya se empezaba a sentir, compartieron un alfajor vegano entre todos. Leila Gillie aseguró: “El veganismo más que un estilo es una filosofía, es un principio ético”. Una vecina con ropa de entrecasa salió de forma violenta a decirles que se fueran, gritó que estaba cansada de que todos los sábados estuvieran allí y que las vacas se iban a morir igual. Los jóvenes se retiraron pidiendo disculpas.
Se empezaba a sentir el frío de la tarde de abril. De pronto se escuchó a uno de los chicos gritar “¡Camión!”; todos se pusieron de pie y agarraron sus celulares. Mientras el camión se metía de culata en dirección al portón, uno de los jóvenes habló de forma pacífica con el conductor. En el momento en que el vehículo paró, el grupo se acercó, les acariciaban las patas, algunos se subían al camión para poder llegar a tocarles la cabeza delicadamente para que no se pongan nerviosas. Otros se enfocaban en sacarles fotos y filmarlos, pasaban los videos en vivo por Instagram para difundir lo que hacían.
En pocos minutos, el motor empezó a rugir nuevamente. Las vacas enloquecieron. Se pisoteaban unas con otras. Se chocaban. Dos hombres abrieron el portón verde y el camión se puso en movimiento. Los jóvenes se alejaron y se quedaron mirando; ellos sabían lo que iba a suceder cuando entraran ahí. Al cerrarse el portón solo había silencio, cabezas agachadas y cada tanto un cruce de mirada. Entre llantos, se contenían los unos a los otros, sabían que no había vuelta atrás. “Buscamos llegarle a la gente desde la empatía, informando y mostrando ese lado del amor que mucha gente tiene reprimido”, aseguró Leila Gillie. Casi en la penumbra, se despidieron, algunos con abrazos, y cada uno siguió su vuelta a casa con su objetivo del día cumplido.
Además de realizar las vigilias, buscan concientizar pegando papeles en las calles y repartiendo volantes. (Crédito: Ángeles de Céspedes)
Ángeles de Céspedes.
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